Tuesday, July 27, 2010
No llames a tu ex cuando vas en limosina
Thursday, July 8, 2010
Mi primer Knock Out (K.O.)

No hay nada más emocionante para cualquier niño de ocho o nueve años que imitar a sus ídolos de infancia. Obviamente yo no fui la excepción a la regla, recuerdo claramente muchos de mis ídolos, los cuales abarcaban una gran variedad de géneros; pasando por futbolistas, dibujos animados y cantantes entre otros.
En muchos de mis juegos de infancia logré convertirme en el poderoso “Centella”, quien era la versión japonesa de “El llanero solitario”, o ser parte de GI Joe luchando contra el comando Cobra. Pero mis mejores interpretaciones se las debo a “El ninja americano”, después de cada una de sus películas me daba por amarrarme cualquier trapo en la cabeza, esconderme, darme pata con mis primos y hasta hacer la “bodoquera” o cervantina con el tubo de PVC.
Todo esto cambió con la incursión del deporte a mi vida. El mundial del 86 hizo que el querer ser Maradona para el mete-gol-tapa fuera siempre una pelea. Aunque mi baraja de jugadores pasaba por Platini, Butragueño, Lineker y el infaltable Iguarán. Valga la aclaración, estos personajes eran usados también en los partidos a muerte contra los de 1ºA (salón rival por naturaleza).
A pesar que el futbol sigue siendo mi pasión, debo admitir que existió otro deporte que me sedujo. No sé si por la influencia Hollywoodense (creo que me inventé esta palabra) de Rocky, el apogeo del Happy Lora o simplemente por el poder de la novela de turno - Gallito Ramírez - y sus personajes como el Fercho Durango.
Lo cierto, es que el boxeo se tomó a Colombia y en especial mi admiración y aprecio. Fue aquí donde surgió la idea de crear ABR (Asociación de Boxeo durante el Recreo). La principal función de este ente, era reunir un montón de culicugados con ganas de darse puños. Debido a que las peleas eran prohibidas y no contábamos con los recursos necesarios para dicho deporte, nos vimos en la necesidad de inventarnos los guantes con los sacos del uniforme.
El lugar de los eventos era en la zona más recóndita del colegio, detrás de la famosa casa embrujada, la cual almacenaba toda la herramienta vieja de las instalaciones. El cuadrilátero (si lo podemos llamar así) era simplemente una zona verde, la cual delimitábamos por medio de la afición creando lo que llamábamos el círculo de la muerte.
La programación de la ABR estaba lista, recibí la noticia que mi turno al ring era para el otro día en el primer recreo y que enfrentaría a Gustavo, uno de mis mejores amigos de infancia con el cual tengo muchas más experiencias que espero contar. Esa tarde me fui a mi casa a entrenar y alistar todo. Recuerdo que para animar el espíritu y crear el ambiente triunfador puse Rocky IV en versión original de Betamax (prestada por el primo rico que acababa de llegar de Miami), porque mi película era una triste grabación perrata que logré capturar por parabólica, obviamente con comerciales peruanos incluidos.
La fecha tan anhelada había llegado, desafortunadamente ese día no tenia gimnasia y me toco usar el típico uniforme. Levante la cara y con valor me puse mi uniforme, me amarre mis Hush Puppies, aliste mi saco (léase guantes de boxeo) y salí al colegio. Ese momento es difícil de describir, es como cuando un soldado se alista para ir a la guerra y existe un miedo lleno de adrenalina que pasa por todo el cuerpo y uno siente energía salir de donde no existe.
A las 10:00 am sonó el timbre del recreo, salimos corriendo a la casa embrujada y nos alistamos para este espectáculo que marcaría mi vida de una forma peculiar. Nos vendamos las manos con los sacos y el réferi (mi amigo Francisco) dio el grito de inicio, dándole vida a dos futuros monstros del boxeo, que se iban a batir en la lona colegial.
Empezó la contienda y mientras todos los miembros de ABR gritaban “pelea, pelea”, mi amigo Gustavo y yo, nos acercábamos el uno al otro lanzando manotazos. Lo que para todo el mundo era un enredo de manos, para nosotros reflejaba un sinfín de ganchos, jabs, y golpes cruzados. Hasta ese momento había algo claro, y es que por más puños que lanzáramos no había ningún indicio de contacto entre los dos.
El público quería acción y como anfitriones se la teníamos que dar. Recordando a Rocky y al Happy Lora salí directamente hacia él, mientras avanzaba fui acomodando un fuerte gancho derecho! Fue ahí cuando dije "aquí está mi primer Knock out". El público gritó y empezó a contar hasta 10, primer puño y parecía que teníamos un K.O. Efectivamente, mientras pensaba en tanta maricada, Gustavo ya me había conectado un zurdazo directo en el ojo, mandándome de un solo golpe a la lona.
Lo único que recuerdo de ese momento es estar en el piso bajo ese sol brillante con los ojos cerrados. Era tanto el brillo que el sol atravesaba mis parpados haciéndome ver estrellas, cuando los abrí vi a mi amigo buscándome para levantarme, mientras Francisco lo declaraba ganador, nos dimos la mano y seguimos con nuestra amistad que ha durado más de 23 anos. Tiempo en el cual, gracias a mi primer knock out, aprendí que lo mío no son las peleas.