Tuesday, July 27, 2010

No llames a tu ex cuando vas en limosina

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No hay nada mejor que  salir de la fría oscuridad, sentir los rayos tibios del sol y llenar los pulmones con bocanadas de aire  fresco. Algo parecido fue lo que sentí este pasado 21de Julio al medio día. Es una sensación de libertad la cual apreciamos pocas veces; y que gracias a mis aventuras del bicentenario aprendí a querer un poco más.

Todo empezó con la celebración del bicentenario de  la independencia de mi amado país Colombia.  Cómo suele ser costumbre, los colombianos en el extranjero,  buscamos la excusa
perfecta para armar la guachafita y tomarnos unos tragos con nuestros compatriotas. Podemos inventarnos desde un festival gastronómico a punta de chunchullo y morcilla hasta una empanada bailable de salón comunal con el tradicional baile de mapale que nos acompaña desde las izadas de bandera de colegio. (Esta vez me quedaron debiendo el baile)

Después de haber pasado por dos barcitos terminamos en la casa de unos estudiantes colombianos que venían a pasar el verano en tierras gringas. Estaba claro que la idea era armarse una rumbita, pagarse la bailadita y hasta cantar-Soy colombiano-.  En medio del juerguero aparecen 3 carros de policía, todo parecía ser una simple queja del vecino por el ruido, el cual ya había llamado la policía dos o tres veces en ocasiones diferentes. Cosa que no tenía muy contentos a los tombos y razón por la cual ya tenían una actitud algo prepotente. La policía ve correr a todo el mundo y al parecer esto logró embejucar “alguito” a  la ley  porque oí a uno de los oficiales decir:“This kids are not going to play with me tonight” cosa que en términos colombo-policiales sería como “estos chinos maricas  no me la van a montar hoy” 


En ese momento Lili y yo éramos simplemente dos espectadores, hasta que nos preguntaron: Ustedes viven aquí? A lo cual respondí que no, y les pregunté si necesitaban algo. Ellos pasaron derecho a golpear la puerta. Al ver que nadie respondía volvieron a nosotros con la misma pregunta. Yo simplemente me limité a preguntarles que cual era el problema. No había
terminado de preguntar cuando se voltea uno de los oficiales diciéndome que porque los cuestionaba? Que yo estaba obstaculizando una investigación policiaca y que eso era motivo de arresto. Inmediatamente a eso siento que me cogen del brazo me voltea  y en menos de 2 segundos estoy esposado sin poder moverme y siendo llevado a la patrulla y dejado allí, mientras ellos seguían su “investigación”.

Admito que tenía mis polas encima, pero nunca para faltarle el respeto a un policía (mucho menos en gringolandia). Quedé solo en la patrulla y como buen colombiano me di mañas de sacarme el teléfono del bolsillo y hacer un par de llamadas mientras esperaba a ver cuál sería mi futuro. En esas el oficial abre la puerta y lo primero que veo es a la pobre Lili con las manos atrás, cara de angustia y gritando que no podía entrar al carro porque tenía chichí y que no respondía si se orinaba en el carro. Claro la pobre ya se había tomado una buenas cervezas que tenían al límite su vejiga, pero al oficial esto poco le importó y Lili termino haciéndome compañía.

Mis llamadas fueron inútiles, pues mi contacto en la policía solo supo decirme que una vez en el carro ya no podía hacer nada. Y que por favor no llamara solo a pedir favores, jaaa! ahí están pintadas las ex, lo echan a uno por otro y sale uno a deber. Después de eso, me resigné a mi angustiosa realidad, la cual asumí como un macho carajo, pues tocaba mantener la calma ya que Lili si estaba un poco alterada. Ya acomodados en la patrulla y con la silla caliente, Lili me contó que la habían arrestado por interferir en el arresto de Camilo, otro estudiante colombiano, que no pesa más que mi hermanita (46 Kg.) y que fue derribado de un rodillazo por un oficial para ser llevado a otra patrulla.


Les cuento que ese paseo en patrulla es toda una experiencia, parece servicio de limosina con transporte puerta a puerta, le abren y le cierran la puerta, lo ayudan a subir y bajar del carro, le ponen un chofer que ya sabe su destino y no le cobran. Lo único malo es oír ese radioteléfono
con mil voces al tiempo hablando en clave y la ausencia de una champagne. Con todo y esto espero no volver a usar un servicio de transporte como estos.

Una vez llegamos hicimos nuestro check-in, nos quitaron  relojes, billeteras, llaves etc. Lili estaba a mi lado y lloraba con más fuerza. Volteo y cuando la miro me doy cuenta que lloraba
porque le estaban quitando sus manillitas. Pobrecita, eso es algo sagrado para cualquier adolecente, se podían meter con cualquier cosa menos con sus manillas, obviamente a la ley poco le importó el significado de amistad que estas representan y la despojaron de estas.


Esta fue la última vez que vi a Lili, me llevaron  a mi celda (esto suena muy triste), este es un cuarto de unos 10 x 4 metros, con bancas metálicas sujetas a las paredes, una puerta con barras de acero de arriba abajo. A diferencia de las celdas de las películas esta tenían paredes
color azul cielo inmundo con uno que otro rayón. Hubo algo que nunca entendí y fue el frio tan verraco que hace en un hueco de esos. La temperatura promedio es de 32 grados centígrados, pero en estas celdas estábamos a unos 17 grados, cosa que me sorprendió porque nunca vi ninguna rejilla de aire acondicionado (y no estaba pensando en volarme)


Compartí celda con catorce  personajes más, de los cuales doce  estaban por abuso del alcohol, uno por pegarle a la mujer y otro por delito indefinido (nunca quiso contar). Camilo estaba en la celda del frente, una celda parecida a la mía, acompañado de un tipejo que  hablaba solo, se movía con temblores  y para rematar tenía una cortada en la cabeza. Camilo del susto se sentó en el piso contra la puerta y yo hice lo mismo para poder hablar un rato y dispersar la mente.

Después de 3 horas fuimos llamados a juicio, empiezan a llamar uno por uno los ponen en fila, los esposan de manos y pies, lo cual es la peor sensación del mundo,  y los van llevando a la corte. Llamaron a todos pero nunca escuché mi nombre, me quedé solo en esa celda preguntándome que había pasado. Finalmente se asoma un guardia pidiendo disculpa por no haber encontrado mis papeles

Mis cargos son leídos al frente del juez, los cuales son diferentes a los que me había dicho el policía, esta vez me dicen que es por intoxicación pública. La verdad creo que fue mejor motivo que la excusa estúpida que se inventó el policía. La pena a pagar son  160 dólares por la multa y poder salir ahí mismo, o esperar 3 horas mas y salir sin pagar.

Yo contaba ya con estar en mi cama en los próximo 20 minutos, pero a la salida me encontré con Lili y le pregunto que si iba a pagar. Me dice que no que ella esperaba, mis respetos para esta mujer que  asumió el valor de salir a las doce. No sé porque me sentí tan mal, al punto que le dije al policía, que me llevara a la celda que yo salía cuando mi amiga saliera.

Así fue, a las doce del medio día recibí mis pertenencias caminé unos 20 pasos a esa puerta pesada de metal, la empujé y salí. Tome un fuerte respiro dejando llenar mis pulmones con bocanadas de aire fresco, mi piel sintió los rayos del sol y esa fría oscuridad se perdió entre destellos de luz dando muestra a mi libertad.

Un saludo muy especial para Lili que vivió una experiencia que recordará por siempre, en cuanto a mí, aprendí algo muy importante. “No llamar a la ex a pedir un favor”


Thursday, July 8, 2010

Mi primer Knock Out (K.O.)

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No hay nada más emocionante para cualquier niño de ocho o nueve años que imitar a sus ídolos de infancia. Obviamente yo no fui la excepción a la regla, recuerdo claramente muchos de mis ídolos, los cuales abarcaban una gran variedad de géneros; pasando por futbolistas, dibujos animados y cantantes entre otros.

En muchos de mis juegos de infancia logré convertirme en el poderoso “Centella”, quien era la versión japonesa de “El llanero solitario”, o ser parte de GI Joe luchando contra el comando Cobra. Pero mis mejores interpretaciones se las debo a “El ninja americano”, después de cada una de sus películas me daba por amarrarme cualquier trapo en la cabeza, esconderme, darme pata con mis primos y hasta hacer la “bodoquera” o cervantina con el tubo de PVC.


Todo esto cambió con la incursión del deporte a mi vida. El mundial del 86 hizo que el querer ser Maradona para el mete-gol-tapa fuera siempre una pelea. Aunque mi baraja de jugadores pasaba por Platini, Butragueño, Lineker y el infaltable Iguarán. Valga la aclaración, estos personajes eran usados también en los partidos a muerte contra los de 1ºA (salón rival por naturaleza).


A pesar que el futbol sigue siendo mi pasión, debo admitir que existió otro deporte que me sedujo. No sé si por la influencia Hollywoodense (creo que me inventé esta palabra) de Rocky, el apogeo del Happy Lora o simplemente por el poder de la novela de turno - Gallito Ramírez - y sus personajes como el Fercho Durango.


Lo cierto, es que el boxeo se tomó a Colombia y en especial mi admiración y aprecio. Fue aquí donde surgió la idea de crear ABR (Asociación de Boxeo durante el Recreo). La principal función de este ente, era reunir un montón de culicugados con ganas de darse puños. Debido a que las peleas eran prohibidas y no contábamos con los recursos necesarios para dicho deporte, nos vimos en la necesidad de inventarnos los guantes con los sacos del uniforme.


El lugar de los eventos era en la zona más recóndita del colegio, detrás de la famosa casa embrujada, la cual almacenaba toda la herramienta vieja de las instalaciones. El cuadrilátero (si lo podemos llamar así) era simplemente una zona verde, la cual delimitábamos por medio de la afición creando lo que llamábamos el círculo de la muerte.


La programación de la ABR estaba lista, recibí la noticia que mi turno al ring era para el otro día en el primer recreo y que enfrentaría a Gustavo, uno de mis mejores amigos de infancia con el cual tengo muchas más experiencias que espero contar. Esa tarde me fui a mi casa a entrenar y alistar todo. Recuerdo que para animar el espíritu y crear el ambiente triunfador puse Rocky IV en versión original de Betamax (prestada por el primo rico que acababa de llegar de Miami), porque mi película era una triste grabación perrata que logré capturar por parabólica, obviamente con comerciales peruanos incluidos.


La fecha tan anhelada había llegado, desafortunadamente ese día no tenia gimnasia y me toco usar el típico uniforme. Levante la cara y con valor me puse mi uniforme, me amarre mis Hush Puppies, aliste mi saco (léase guantes de boxeo) y salí al colegio. Ese momento es difícil de describir, es como cuando un soldado se alista para ir a la guerra y existe un miedo lleno de adrenalina que pasa por todo el cuerpo y uno siente energía salir de donde no existe.


A las 10:00 am sonó el timbre del recreo, salimos corriendo a la casa embrujada y nos alistamos para este espectáculo que marcaría mi vida de una forma peculiar. Nos vendamos las manos con los sacos y el réferi (mi amigo Francisco) dio el grito de inicio, dándole vida a dos futuros monstros del boxeo, que se iban a batir en la lona colegial.


Empezó la contienda y mientras todos los miembros de ABR gritaban “pelea, pelea”, mi amigo Gustavo y yo, nos acercábamos el uno al otro lanzando manotazos. Lo que para todo el mundo era un enredo de manos, para nosotros reflejaba un sinfín de ganchos, jabs, y golpes cruzados. Hasta ese momento había algo claro, y es que por más puños que lanzáramos no había ningún indicio de contacto entre los dos.


El público quería acción y como anfitriones se la teníamos que dar. Recordando a Rocky y al Happy Lora salí directamente hacia él, mientras avanzaba fui acomodando un fuerte gancho derecho! Fue ahí cuando dije "aquí está mi primer Knock out". El público gritó y empezó a contar hasta 10, primer puño y parecía que teníamos un K.O. Efectivamente, mientras pensaba en tanta maricada, Gustavo ya me había conectado un zurdazo directo en el ojo, mandándome de un solo golpe a la lona.


Lo único que recuerdo de ese momento es estar en el piso bajo ese sol brillante con los ojos cerrados. Era tanto el brillo que el sol atravesaba mis parpados haciéndome ver estrellas, cuando los abrí vi a mi amigo buscándome para levantarme, mientras Francisco lo declaraba ganador, nos dimos la mano y seguimos con nuestra amistad que ha durado más de 23 anos. Tiempo en el cual, gracias a mi primer knock out, aprendí que lo mío no son las peleas.